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Compañeros de piso y las Sombras Grises

En estos días he tenido la oportunidad de leerme el primer libro de la trilogía de las “Sombras de Grey”. Coincidí con una amiga mía en que era un libro entretenido: no aspira a ser un Nobel de literatura. No he querido leer los otros dos, porque creo que el final es previsible: después de tiras y aflojas, todo quedará al revés de lo que empezó… En otras palabras, al final la mandona será ella y él se dejará llevar… ¡Como en la vida real!
Todos adivinarán que han sido mujeres las que me recomendaron leer el libro. Después de una temporada larga de sequía de lecturas, decidí aceptar el reto y tomé prestado el primero (que hoy mismo he devuelto). Antes de empezar, empecé a leerme un libro de Marian Keyes, un género más de entretenimiento y risa, con un poco de responsabilidad social. Pero estos libros me darían para otra entrada.
No voy a entrar en el debate de si la trilogía se merece ser best-seller o no. Lo que sí quiero dar mi opinión del por qué este tipo de género literario tiene tanto éxito ahora. Yo lo baso en dos motivos principales:
– La revolución sexual de las mujeres. En la época de nuestras madres que, aunque crecieron después del 68, esta revolución no les hizo prácticamente cosquillas. Vinimos a ser esta generación e, incluso diría que nuestras “primas” más jóvenes, las que rompimos los moldes de los convencionalismos caducos. Al menos en España hemos sido las que hemos conocido y probado los juguetes que nos ofrecían en los “Taper-sex”: bolas chinas, cremas, polvos, anillos, postes, lencería… No puedo juzgar por las mujeres americanas, pero parece que están empezando a descubrir su sexualidad: hay mucha censura en la sociedad americana.
– La crisis en España ha hecho que muchas mujeres tengan unos especiales compañeros de piso: sus propios ex… o futuros ex. Hombres con los que comparten comida, alojamiento e incluso hijos, pero no afectos. Mujeres que, por las circunstancias de la vida, no pueden irse a vivir solas, pero solas están, ya que han relegado a sus compañeros al sofá. Todas ellas, con diferentes circunstancias, tienen algo en común:  frustración sexual. Estas mujeres no buscan un sustituto en otros hombres por muchos motivos: falta de ganas, no quieren una relación que se base exclusivamente en el sexo, no quieren complicarse la vida… Aún así, la necesidad sigue ahí.
Si unimos estas dos circunstancias, no es difícil imaginar que las mujeres prefieran desahogar esta frustración en un libro que les dispare la imaginación antes que encontrar a un Sr. Grey… que les complique la existencia. Prefieren tenerlo encerrado en un libro donde no pueden hacerles daño, pero que les alivia cuando ellas quieren y tienen atado y controlado, tal como a él le gusta tener a “sus sumisas”.
Feminismo

Superguanajas

superwoman
Antes de empezar, tendré que explicar el significado de la palabra adoptada canaria “guanajo/a”. Viene del arahuaco es usado en Cuba y en la República Dominicana y se dice despectivamente para designar a una persona boba o tonta (¡o las dos cosas juntas!)*.
El domingo me derrumbé: no es fácil asimilar que dentro de poco te verás en la calle y que tienes que buscarte los garbanzos en otro lugar. Te sientes algo culpable porque te sientes responsable de muchos asuntos al mismo tiempo y quieres que los que te rodean sean felices… y erróneamente te adjudicas todos los méritos. Normalmente esta carga no me supone un problema, pero se ve que mi cuerpo dijo “¡Basta!” y tuve que echarme a llorar para descargar tensiones. Sí, al fin y al cabo, soy mujer: cuando terminé de desahogarme, a pesar de que no tenía una solución para mi problema, me quedé más tranquila. Sé que muchos hombres no entienden este razonamiento, que no tiene ni  pies ni cabeza, pero, en esos momentos hagan lo que hizo mi pareja: me consoló abrazándome. No necesitamos más (¡Porras! ¡Debería haber cobrado por este consejo!)
Ayer por la tarde me quedé un tanto atontada viendo programas de “reality” en una cadena de televisión. En uno de ellos puedes ser testigo del nacimiento de un bebé y lo que le rodea alrededor. Uno de los casos que vi trataba de una pareja que ya tenía un niño de dos años y que esperaba al segundo. El padre, por un lado, más pendiente de una despedida de soltero que del nacimiento de su segundo hijo; la madre, histérica, sopesando todo, con remordimiento de conciencia por no hacer las cosas tan bien como ella quisiera. Su sentimiento de culpa me hizo sentir pena por ella. Al final, lo típico: la mujer atada de pies y manos con los chiquillos (su madre, gracias a Dios, no era una histérica como su hija y la ayudaba); el hombre se fue a la despedida de soltero un día después del nacimiento de su segundo y último hijo, aunque tan sólo se tomó una cerveza y volvío pronto a casa. Al final, el tío pasó por el aro y colaboró más en la casa, cuidando al mayor y al más pequeño para que ella pudiera ir al gimnasio a ponerse en forma. Cuando terminó el programa, estaba agobiada.
Decidí sacar a Venus de paseo para dejar de pensar en todo lo que tenía que hacer para ser una supermujer: la casa, el colegio de la niña, pagar las deudas, trabajar, buscar un trabajo, reciclarme laboralmente hablando, aprender cosas nuevas, hacer ejercicio, arreglarme, ser buena cocinera, buena contribuyente, buena administradora, buena amiga, buena amante, buena hija, buena madre, buena líder de grupo… Con mi nuevo MP4 escuchando la música de mi grupo favorito de todos los tiempos (Duran Duran) salí de casa y me dispuse a despejarme la cabeza de todo lo que me pesaba. Lo logré y fui feliz un tiempo: no necesitaba nada más.
Coincidí en mi paseo con una amiga mía. Había estado mala la semana pasada y no pensaba volver a trabajar esta, aún cuando es autónoma y ésta una de las mejores épocas para hacerlo (todos gastamos lo que no tenemos en estas fiestas). Al sentarme con ella me explica que ha sufrido una crisis de ansiedad por todo lo que tiene que sacar adelante: casa, marido, hija, trabajo… Hay mujeres que no saben como estallar, ni llorar y mi amiga es una de ellas. Por suerte yo sí. Ella tuvo que recurrir a un acupuntor.
Al final, las dos coincidimos que las mujeres de hoy en día tienen una presión muy fuerte para ser superwoman: una mujer que triunfa en todas las facetas de su vida… Al final, para echarnos unas risas, a ella se le ocurrió decir: “Superwoman, no: ¡Superguanajas!”. A esta altura de la entrada, creo que no hace falta explicar el significado.
Hay mujeres que piensan que lo mejor es quedarse en casa a que te traigan los garbanzos. Las complicaciones son las mínimas, no tienes la responsabilidad de los gastos de la casa encima de tu cabeza… Tan sólo te tienes que ocupar de lo demás: de ser una buena cocinera, madre, esposa, amiga, amante, administradora de los asuntos domésticos, estar deslumbrante, cuidarte, tener la casa como una patena… Poco, ¿Verdad?
Yo, personalmente, no quiero renunciar a mi carrera profesional. Vengo de una familia de mujeres luchadoras, valientes y trabajadoras. No podría estar todo el día en casa, cuando podría estar desarrollando otras facetas de mi personalidad en un puesto de trabajo. He comprado la moto de que una mujer trabajadora está más realizada… ¡Lo que está es más liada!
No tenía propósito de Año Nuevo, pero éste va a ser uno de ellos: dejar de ser una Superguanaja intentando ser una Superwoman y ser tan sólo una simple mortal, con sus defectos y manías. Para eso tendré que dejarme ayudar más, no esperar que todo resulte tal como lo esperaba, no ser perfeccionista conmigo misma, dar gracias por lo que tengo e irme quitando capa a capa los sentimientos de culpa… Este único propósito me va a ocupar mucho tiempo, así que no voy a comprometerme a más…
(Publicado en http://maritza-gonzalez.blogspot.com.es/2010/12/superguanajas.html el 28 de diciembre de 2010)
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La historia de Venus

Hace casi ocho años que Venus entró a formar parte de mi vida. Todo empezó con una llamada a mi móvil del que era mi pareja un sábado, 4 de Noviembre:
– Hola, te llamo porque acabo de adquirir un bicho peludo a cuatro patas.
– ¡No es posible! Sabes que tenemos a Chico ya en casa – un gato que tenía ya seis meses, que compartía un piso de una habitación con nosotros.
– ¡Lo sé, pero es tan bonita!
En un principio, la idea no me hizo gracia, pero transigí. Total, pronto iríamos a vivir a una casa terrera con jardín detrás y podríamos estar todos más cómodos. Esa noche tuve una celebración y no tuve la oportunidad de ver al “bicho peludo a cuatro patas” hasta el día siguiente. Al verla, no pude sino encogerme de hombros y “enamorarme” de ella. Tenía las patas y las cejas color marrón y el resto era todo negro. Sus patas anchas daban que pensar en que podía terminar siendo algo parecido a una rottweiler… Nada más lejos de la realidad: todavía la gente apuesta que tiene mezcla de grifón con beagle y el pelaje de yorkshire.Su historia conmigo comenzó cuando alguien (algún irresponsable) dejó abandonada una caja de cartón con cachorritos en la puerta de un hotel en el sur de Tenerife. Una de ellas es el personaje de esta historia, la que tuvo más suerte que el resto, por lo que he oído decir… Todavía no me cabe en la cabeza cómo es que existan todavía personas que hagan esta crueldad y puedan vivir sin remordimiento de conciencia… pero esta no es la historia de ellos: es la historia de Venus, la cachorrita afortunada.

Desde ese momento, Venus se integró perfectamente en la rutina de la familia. Era gracioso ver cómo Chico, el gato, y ella se ponían a jugar. Recién llegada era del mismo tamaño que el gato: en algo más de un mes ya había superado ese tamaño y su color preferente pasó a ser marrón. Hacía un par de trastadas, pero en seguida aprendía que no estaba bien hecho. Ese mismo año, la perrita se tomó mi plato de lentejas de Fin de Año (plato tradicionalmente denominado de buena suerte para el año entrante): ¿Qué iba a hacer, si se lo puse a su altura? Además, había que celebrar la fortuna que tuvo de que alguien la acogiera en su casa… Desde chiquitita ha tenido un instinto defensor y ha protegido las casas donde ha estado con sus ladridos: todavía me acuerdo de la manera tan ruidosa con la que nos recibió un día en casa, cuando estábamos todavía mudándonos a una casa con jardín. No tenía ni tres meses y ya daban miedo sus ladridos…

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Venus tuvo que afrontar un momento decisivo en su vida: la llegada de una “cachorra humana” en su vida. Dejó de ser motivo de preguntas para dejar paso a esa nueva “intrusa”. Siempre ha sido muy respetuosa con ella, dado que sabía que todos nos íbamos a enfadar con ella si hacia algo malo a esa criatura.

Pronto cambió a un master por otro: mi pareja dejó de vivir en casa y yo tuve que afrontar el papel de líder. Poco a poco nos fuimos adaptando la una a la otra y aprendimos a convivir sin roces… En ese momento, a Venus se le daban los comandos en francés, aunque ahora es “bilingüe” y entiende en los dos idiomas. Se le enseñó a sentarse, acostarse y a dar la patita, a no subirse a los sillones para echarse una siesta… en fin, lo normal para un perro. Costó muchos trozos de queso adiestrarla, pero también paciencia, tiempo y cariño.

Una vez más, Venus tuvo que cambiar de casa y dejó atrás un cómodo jardín por una azotea grande, pero azotea al fin y al cabo. Fueron unos años un poco duros, donde su presencia se confinaba a la parte alta de la casa y a pocas salidas. Venus siempre ha aceptado los cambios con estoicismo. A ella le bastaba con saber que yo estaba allí y que, si salía, volvería a ese sitio.

En esos momentos, a Venus no le gustaba mucho que la mangonearan otras personas que no fuera yo. A veces se mostraba un tanto hostil con la pequeña, aunque no pasó más allá de un susto. Fueron un par de años duros, pero en los que me di cuenta que ella formaba ya parte de mi pequeña familia.

Poco a poco, pasó de ser un simple animal doméstico, con sus satisfacciones y sacrificios a ser un ser que te acompañaba aunque estuviera a tu lado durmiendo.
Ahora mi hija, Venus y yo estamos compartiendo un piso de dos habitaciones y un jardín mediano con mi actual pareja y, eventualmente, con sus dos hijos. La perrita ha sido el vínculo perfecto para que los tres niños se lleven bien y tengan algo en común: los tres la adoran y la miman.
No importa cuánto tiempo la tenga que dejar sola en casa (por trabajo o por viaje), Venus siempre me recibe con la cola agitando y con una mordida en la palma de mi mano mientras gime de alegría. Incluso tiene mucho cariño y saluda efusivamente al que le rescató de una muerte segura, su primer master. En el reino animal, de agradecidos está el mundo lleno…
Muchas veces, el motivo de nuestras salidas se basa en sacar a Venus de paseo. Es la solución perfecta para cuando no sabes dónde ir con los niños. No marea en los coches y es muy divertido verla cuando saca la cabeza por la ventana y sus orejas vuelan al viento. Cada día se hace más lista: descansa en los trayectos para que, cuando sale, tiene toda la energía para correr, saltar y… cazar.
Venus es una experta cazadora… de lagartos. Toda la población del lugar le teme cuando oye sus patas acercándose. No tiene problemas con las plantas y las piedras: ella con sus patas hace agujeros y con la cabeza mueve la vegetación hasta llegar a su presa. Una vez tuve que abrirle la boca con mis manos para liberar a un lagarto vivo que había cazado… Mi abuelo decía que era una cazadora nata por la forma de sus orejas: él sabría por qué.
Últimamente me ha sorprendido mucho porque he notado que, cuando me he sentido mal (un dolor de cabeza, un malestar…), ella se ha acercado sigilosa a hacerme compañía. Mi pareja le ha sorprendido más de una vez acostada a los pies de mi cama si estaba descansando de una migraña leve… Ahora mismo está acostada cerca de mí haciéndome compañía mientras escribo estas líneas…
No se saben los motivos, pero ha cogido manía a ciertas personas del edificio. Les oye salir o llegar y ya está ella atenta, vigilando su jardín. Muchos han intentado hacerse “amigos” suyos, pero no hay manera: no hay bocadillo de jamón que la soborne…
Es gracioso que sienta muchas veces que no es justo que ella nos tenga que esperar por fuera de tiendas o restaurantes. Ya incluso hasta mi pareja la considera parte la familia, aunque él no es persona amante de animales. Entendemos que, por razones de higiene y lógica, no se puede admitir a los animales en estos espacios, pero no podemos dejar que sentir que se hace una injusticia.
Por todo esto no entiendo por qué hay personas que compran un cachorrito de raza en Navidades o cumpleaños. Son la novedad y son queridos un tiempo. Luego resulta que son un engorro a la hora de irse de vacaciones y los abandonan en cualquier sitio. Estas vacaciones, mientras estábamos paseando con Venus por un barranco del monte de La Esperanza, encontramos los restos de un perro descompuesto. Si tuvo dueño, éste no tuvo el corazón ni el valor suficiente de ganarse el cariño y todas las satisfacciones que ofrece un animal de compañía.
También es cierto que se vedan muchos lugares al esparcimiento de los perros. Entiendo que hay muchos animales maleducados que no atienden a las razones de sus dueños. Por otra parte entiendo que los animales tienen sus instintos vivos… Si un perro está medianamente bien educado, no tiene por qué ser un problema si camina suelto al lado de su dueño (ayer Venus se cruzó con un corredor, al que no hizo ni caso, por ejemplo). Quizá habría que llamar la atención a aquellos dueños que dejan a sus animales sin atención alguna cuando están paseando, que no limpian cuando sus perros hacen sus cosas y recompensar con dejar pasear a los perros educados al lado de sus dueños, como los mejores amigos que dicen que son de los hombres.
(publicada inicialmente en tres partes: http://maritza-gonzalez.blogspot.com.es/2009/08/la-historia-de-venus-i.html entre agosto y septiembre de 2009)
Actualización:
Hace casi dos semanas que tuvimos que decirle adiós a este ángel en forma de perro. Fue la decisión más dura que tuve que tomar, aunque sé que fue la correcta. Eso sí, se fue después de haberle celebrado una fiesta en su honor donde vinieron personas que querían festejar su vida. Ya sus cenizas están en casa, tenemos un mechón de su pelo e hicimos impresiones de sus patas delanteras en arcilla. Siempre estará en nuestros corazones.
Familia · Trabajo

Downshifting

Slow down

Los que me conocen bien, saben de mi afición por las lenguas extranjeras. Los que me conocen más también saben que defiendo el español: el “spanglish” que muchas veces hablamos sin querer me resulta terrible. Sí, soy la contradicción andante. Hay veces que una palabra en inglés es difícil de expresarla en español… y ésta es una de ellas.

Conocí el significado de esta palabra hace un par de años tan sólo, cuando ya hacía tiempo que lo practicaba en mi vida y me encantó saber que no estaba sola en el mundo. “Downshift” es una filosofía de vida un tanto diferente del “corre-corre” de nuestros tiempos. La ley principal es que bajes de marcha en tu vida en general y aprendas a vivir el día a día más pausadamente… Muchas personas como yo lo estarán haciendo, a pesar de que no sepan el significado. Muchos otros se pensarán: ¿Cómo hacer esto?

Como siempre, los escandinavos están a la delantera. Parte consiste en dejar de ser tan avaricioso con el trabajo (eso de trabajar lo más posible para conseguir la mayor cantidad de dinero) y conformarte con lo suficiente para vivir… Ahora mismo me imagino a muchos poniendo las manos en la cabeza, como preguntándose: “¿Pero qué dice esta loca?”. Sencillamente, intentar una vida un poco más austera, la justa para vivir. Ni más, ni menos.

Entiendo que todos estamos atrapados en una sociedad consumista que nos “obliga” a comprar cosas, aunque podamos vivir sin ellas. Yo puedo ser la primera en caer, pero hago lo posible por no hacerlo. Para mí, es mucho más importante poder volver a casa del trabajo para atender a mi familia sin pensar en nada más. Lo más importante es haber sido provechoso en el tiempo en el que estamos en el puesto de trabajo. Como dice un experto, echarle horas al trabajo no implica productividad: hay que trabajar.

Yo era como la mayoría: quería mejorar mis condiciones económicas por encima de todo. Dejé un trabajo que era bastante agotador por otro peor. Las condiciones económicas que me prometieron eran halagüeñas y el horario razonable. Pensé que una mejora económica sería lo mejor para mi (en ese momento) reducida familia… Pues lo que conseguí al final fue perder un año de la vida de mi hija, ya que vivía para trabajar, una cita en conciliación laboral y otra en los juzgados, por que había sido estafada.

Aprendí de la lección y me fui a trabajar a otra por menos horas, pero mejor remunerada proporcionalmente. Quizá no podía permitirme ir de copas o de cenas todos los fines de semana, pero tenía más horas para mí y mi familia. Aprendí a ser feliz con menos dinero: ajusté mis gastos. Recuerdo perfectamente la llamada telefónica que le hice a la empresa que lleva la única tarjeta de crédito que llevo encima: la persona que me atendió no podía dar crédito a que yo quisiera bajar el límite de la tarjeta. Mi contestación fue muy clara: “mi nivel de vida ha bajado, así que mi límite debe bajar también”.

Ahora mismo estoy en un puesto de trabajo en el cual a las seis voy saliendo para disfrutar de la vida, que para eso estoy trabajando. Como dice el mejor jefe que he tenido en mi vida: “hay varios momentos en la vida (de un comercial): tiempo de espera para atender a un cliente, tiempo de burocracia, tiempo para atender a un cliente y tiempo para descansar”. Y eso es lo que hago cuando termino de trabajar: disfrutar de mi (ahora) ampliada familia.

(Publicado inicialmente en http://maritza-gonzalez.blogspot.com.es/2008/12/downshifting.html el 17 de diciembre de 2008)

Familia · Feminismo · Política · Trabajo

Haz desaparecer el feminismo

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¿Cómo hacer un artículo sobre el feminismo ahora que se está poniendo tan de moda? ¿Cómo hacer para que alguien que no lo entienda termine comprendiendo el por qué de su existencia? Y sobre todo: ¿por qué quiero que desaparezca?

A mi rescate vino una canción de Offspring, la primera que les escuché: Self Esteem. En ella se habla de una relación abusiva de pareja, donde ella era la que ninguneaba al chico, lo dejaba colgado, lo insultaba e incluso le ponía los cuernos con sus amigos… La situación parecía ridícula y hasta simpática en aquella época: ¡Menudo calzonazos! ¿Verdad?… hasta que le dabas la vuelta a la tortilla: ya no parecía una parodia ¿verdad? (Y con esto no estoy diciendo ni que los hombres sean todos iguales, ni que nosotras seamos siempre víctimas).

Así que he decidido que, al igual que en la canción, revertamos los roles para que los que no terminen de entender el por qué del feminismo. Quiero ahora que ustedes, los hombres, se imaginen un mundo en el que:

  • Tengan que pensar con cautela por qué calle ir, por si acaso alguien les asalte… y de noche, ni les cuento…
  • Tengan que ocupar parte de tu tiempo en el baño para arreglarse (ponerse cremas, maquillarse, moldearse el pelo…) porque la sociedad y los cánones de belleza les indican que debes hacerlo, si no, no eres lo suficientemente hombre.
  • Tengan asumido que, por mucho que se esfuercen, por mucho que estudien o hagan, no van a recibir el mismo sueldo que sus compañeros, tan sólo porque son hombres.
  • Se les haya impuesto un rol en la vida que implica que sus logros profesionales no son lo importante, sino si han podido crear una familia, que la hayan podido conservar a pesar de todo o que lleven la ropa adecuada.
  • Para conseguir un trabajo que llevan toda la vida esforzándose tengan que “pasar por caja” y dejarse hacer o sufrir situaciones denigrantes. Si no se pasa por el aro, lo más probable es que el puesto se lo den a otro que sí ha accedido a los caprichos del contratante.
  • A la hora de que haya habido un abuso por parte de otros hacia ustedes, se deje en el aire la idea de que hubo consentimiento y la versión que tengan ustedes de la situación no importe, porque no mostró “rechazo” y se dejó hacer.
  • Aunque hayan tenido las mejores notas en la universidad, se espera que releguen sus aspiraciones profesionales para formar una familia y apoyar a que sus parejas tengan éxito en su carrera laboral…
  • A la hora de decidir reducir la jornada laboral para cuidar de la familia, siempre son los hombres los que deciden recortar sus salarios y expectativas, ya que es lo que se espera de ellos.
  • A la hora de juzgar a un hombre por irse con muchas mujeres se le tache de putón verbenero que no servirá para nada más en la sociedad y que a la mujer que se va con muchos hombres, se le considere que sea una mujer hecha y derecha. La doble moral.
  • Puede ser posible que nuestro superior en el trabajo les obligue a ir vestidos de una manera determinada (más sexys) y que si alguien se resiste a hacerlo, decir que hay más hombres en la calle que desearían ese puesto de trabajo y que no se pondrán con tantos remilgos.
  • Las canciones que se escuchan se habla de cómo las mujeres se “cepillan” a varios hombres (a la vez o no), cómo ellas juegan con ellos, cómo juegan con sus sentimientos, cómo les van a dar para el pelo y sea completamente normal. Tus hijos lo escucharán y pensarán que es normal que venga una mujer a abusar de ellos y no te importe que tarareen este tipo de canciones.
  • Las mujeres crean que el cuerpo de un hombre sea para su satisfacción personal solamente, no sirven para otra cosa, ya que lo han visto en la sociedad como una situación normal. Con solo ver la publicidad está bastante claro.
  • Los legisladores que promulgan cuando hay que reproducirse, si es legal hacerse una vasectomía para no tener hijos sean todo mujeres, que no entienden la naturaleza de los hombres.
  • Algunas mujeres crean que, como los hombres sirve solamente para su satisfacción personal y están en este mundo para servirlas, cuando estos se rebelan y no quieren continuar con una relación tóxica, éstas deciden que “o con nosotras o con nadie” y maten a los hombres por que sí.

¿Necesitan más ejemplos al revés para darse cuenta? Podría poner muchos más, pero no quiero aburrir. Por todo esto y mucho más es por lo que deseo que el feminismo logre su meta única: hacer que una persona sea juzgada por ser persona, no por el género. Cuando esto suceda, automáticamente el feminismo dejará de existir, ya no tendrá razón de ser. Ese día (si lo pudiera vivir) será para montar una gran fiesta entre todos… Me temo que hay tanto por hacer que no participaré en ella, pero estamos en el camino: no dejemos de luchar.

(Inspirado en el artículo de Ana de Miguel, que dice muchas verdades)

Familia

Colaboración

colaboración familiar

Estamos vendidas: en pleno siglo XXI y aún tenemos muchos obstáculos que saltar. Y los ejemplos están a la vuelta de la esquina. No hay que ir muy lejos para ver cómo  una madre tiene que dejar de ser ella misma para dedicarse a sus hijos y , encima, tener que cuidar a un tercero como tal, cuando debería ser su pareja, su igual. Otras que hacen todos los quehaceres de la casa y se quejan luego de que sus parejas no ayudan porque no les dan la oportunidad a sus parejas de hacerlo. Mujeres que, aún haciendo un trabajo similar, sus salarios son más bajos que los de los hombres. Mujeres que no terminan de trabajar, aún cuando su jornada laboral terminó hace horas…

Vengo de una línea directa de mujeres trabajadoras. Mi tatarabuela hacía trueques por esos montes de La Gomera hasta el puerto, ganando algo de dinero por el camino echando rezados para personas o animales. Mi abuela emigró con su familia y volvió a Canarias, donde se puso a trabajar en un negocio con su marido (mi abuelo). Mi madre trabajó en la Universidad de Caracas de secretaria siendo muy joven. Al volver a las islas, estuvo años de ama de casa. Después de unas oposiciones, logró un puesto como funcionaria, del que se retiraría con medalla de la ciudad. No puedo negar que en mis venas corre sangre de luchadoras.

Todo ello no pudo haberse hecho sin la colaboración de sus parejas (menos en el caso de mi tatarabuela: madre soltera con hijos de distintos padres a principios del siglo XX). Sin ellos, hubiera sido muy difícil ponerse a trabajar fuera de casa. En el caso de mi padre el cambio fue radical: pasó de no saber freír un huevo a dejar limpiar la cocina después de prepararnos algún almuerzo. En mi caso, no puedo dejar de agradecer la inestimable colaboración de mi pareja, atendiendo a mi hija (de una anterior relación) cuando tengo que trabajar por las tardes.

Sí, colaboración, no ayuda. Ya no vivimos en un mundo donde el hombre era el único que salía de casa a buscarse la vida y la mujer en casa, a sus labores. Ahora toca trabajar juntos, organizarse para poder tener una convivencia más sana. Complementarse en las tareas del hogar: yo limpio, tu haces de comer, por ejemplo… Y esta colaboración tiene que extenderse a los hijos. Si no es así, terminaremos teniendo y manteniendo a inútiles que no aprecian lo que se hace en el hogar para que estén más cómodos. Las labores del hogar son cosa de todos.

¿Qué pasa con esas mujeres con parejas que no tienen la suerte de que colaboren? Nada bueno, lo aseguro:

  • Sensación de agobio, de no tener tiempo para todo
  • Impotencia, al no poder sentirse valorada. Conozco casos en los que la mujer se separa después de dar oportunidades y las parejas, ajenas a todo, no entienden para qué, ya que han sido los que llevan el pan a casa.
  • Desgana. Seamos serios aquí: ¿Quién quiere tener vida marital con alguien a quien tratas como a un hijo?
  • Crisis de identidad. Si solo la mujer se dedica a a trabajar y a ser madre, nunca tendrá tiempo para ella misma y sus aficiones, perdiéndose por el camino

Dado que en España la conciliación familiar gatea en pañales, pongamos todos nuestro grano de arena dentro de nuestras casas y comencemos a darnos oportunidades, que nos las merecemos.

Y, ojo, esto sirve para todo tipo de familias…